Las personas del verano es un proyecto de La Imprenta para Organizando la Esperanza que consta de cuatro cartas semanales y está escrito por Miguel Ángel Vázquez desde las propuestas y las iluminaciones de Inés Rigal y las evocaciones fotográficas de Elena Campos Cea.
Te miras en el espejo y te ves bien. No se trata de una cuestión física o estética, es más bien un cierto brillo en los ojos. Se te nota el poquito de sol en la piel y el cansancio de realizar actividades de las que no generan ojeras y no exigen más de un café. Actividades como nadar, pasear hasta tarde o jugar con niños. Es verano y toda tu naturaleza lo sabe.
Vienes de flotar sin horario o de observar con asombro que, aparte de todos esos colores, una puesta de sol puede albergar también sonidos y aromas. Comparas esa puesta de sol con la de ayer. Quizá le hiciste una foto. Nunca quedan del todo bien esas fotos, pero ahí están los naranjas, los malvas, el azul que va anunciando la noche a través de sus distintas gamas.
Sabes más o menos qué día es porque has quedado con unos amigos para tomar algo aprovechando el fresco del anochecer. Martes, es martes. Mientras te terminas de preparar piensas en que te encanta esa persona que eres en agosto. No sabes exactamente por qué, no eres capaz de verbalizarlo mientras te peinas, pero te encanta. ¿Acaso eres otra persona en verano? Ojalá todo el año esto, pero claro.
Pero, ¿a qué te refieres exactamente con esto? No, no es solo el estar de vacaciones o el cambiar por unos días de horizontes. No es el hecho de alejarte de la carga del trabajo y la frustración de la jornada laboral, es algo más.
No es el viaje lo que te gusta, es el que viaja, la que viaja. Eres tú en medio de todo eso que te puedes permitir unos pocos días al año. Es fingir desconocer algunas convenciones como que hay que estar vestido a cierta hora, es alargar el desayuno o jugar a las cartas sin intención de ganar para alargar la partida. Es la capacidad de parar y mirar al suelo cuando tu hijo o una sobrina te tira de la mano porque unas hormigas llaman profundamente su atención. Es que te sobre batería del móvil al final del día.
Sin embargo, si te gusta tanto, ¿por qué vivir esto solo unos días al año? ¿Por qué ser así solo unos días al año? ¿Qué hacer con la persona que somos cuando no estamos en verano? ¿Depende todo del calendario y de la jornada laboral? ¿Se puede hacer algo? ¿Esto es así porque sí o se puede hacer algo para ser esta persona que nos gusta el máximo tiempo posible?
Como todo esto que sientes es profundamente real vemos imprescindible hablar de las personas del verano.
No hablamos aquí, ojo, de veraneo -esas pocas personas que tienen el privilegio de desaparecer toda la temporada estival- ni tan siquiera de quienes disfrutan de unos pocos días de vacaciones fuera de su casa. Hablamos del verano. Del verano y de esos, de esas, que somos en verano. De las personas del verano.
Una de las cosas que caracterizan a las personas del verano es nuestra relación con el tiempo. Ya lo hemos dicho: No saber qué día es, ni siquiera qué hora es, guiarte por tu propio apetito, por tus ganas de alargar el no hacer nada, porque la puesta de sol ya te anima a salir de la playa. Pero también: Perder las horas sin culpa, romper cualquier concepto de horario, despertarse cuando nos diga el sol o el cuerpo, despertarse varias veces al día. Incluso: Descubrir otras formas de pasar el tiempo, disfrutar de estar con quienes queremos sin límite de tiempo porque no hay que cruzarse la ciudad para volver a casa.
Sin duda eso que hacemos con el tiempo es algo que caracteriza a las personas del verano. Apropiarnos de él, hacerlo nuestro. Tomar las riendas de nuestra agenda y no que nuestra agenda tome las riendas de nuestra vida. Mejor: que no haya agenda. Que nuestro tiempo sea eso, nuestro. Tiempo para amar, para relacionarnos con otras, tiempo para conocernos a nosotrxs mismxs, para disfrutar y para aportar, para construir… que no todo el tiempo sea para trabajar, hacer gestiones, tumbar nuestro agotamiento.
Reapropiarnos de nuestro tiempo durante todo el año no parece un mal plan si tenemos en cuenta que el tiempo (la vida) es lo único que realmente poseemos y se agota. Lo decía Pepe Mujica: “Somos libres cuando tenemos tiempo para cultivar nuestros afectos, tiempo para vivir las relaciones humanas, amor, amistad, aventura, solidaridad, familia. (…) Porque no he visto a ningún señor que tenga mucha plata y pueda ir a un mostrador y comprar años de vida”.
Pero, ¿entonces? ¿Por qué solo logramos ser dueños de nuestro tiempo unos pocos días al año? Evidentemente no es nuestra culpa, o no solo, pero, ¿en qué momento hemos convenido que lo otro, lo que somos cuando no es verano, es lo normal y lo deseable? ¿Cómo no nos rebelamos contra esto? ¿No nos sentimos mucho mejor cuando estamos así? ¿Habrá formas de estirar estas personas que somos, la que eres ahora mientras lees este texto, más allá de los días estivales?
Las tres personas que os lanzaremos estas cartas semanales a lo largo de este mes de agosto pensamos que sí. Nos hemos puesto el reto de confirmar que las personas del verano son las personas que realmente somos más allá de las estaciones, que lo otro (las personas que arrastramos el resto del año) son una trampa. Y que hay salida.
Me encanta... las personas que somos en verano. Personalmente me paso el resto del año tratando de cazar esa sensación ❤️